miércoles, 5 de febrero de 2014

Reflexiones pre-olímpicas. Deporte y apariencia




Un día preguntaron a Lance Armstrong de dónde le llegaba la pasión por el ciclismo, a lo que él contestó: "Yo no busco diversión en la bicicleta, busco el dolor". Con este pensamiento turbador en la cabeza hace pocos días no pude evitar mirar a los skaters de la plaza del MACBA como pequeños sumisos del asfalto: ¿a caso cuando caen al suelo no reciben un intenso azote? Podemos pensar lo mismo de esquiadores, snowboarders y todo aquel que le vaya el rollo acrobático. Por cara pirueta bien hecha, ¿cuántas ostias les habrá dado la montaña, la nieve, el hormigón o la tierra? Y siendo así, ¿por qué aún hay quien ve en el deporte un acto de heroísmo y en el BDSM de perversión? ¿Porqué un traje de látex o cuero es fetichista y otro de a saber qué nueva fibra supersónica, algo tan cool como ‘ropa técnica’? ¿Soy la única loca que se lo ha preguntado?

Todos sabemos que Instagram se dedica a censurar contenidos sexuales y que Tumblr es un festival de gifs animados pornográficos, pero ocurre algo bastante interesante cuando buscas en ambos sitios imágenes tagueadas con palabras aparentemente tan inocentes como #disciplin. Instagram te va a mostrar todo tipo de deportistas, sobre todo runners. Tumblr te va a mostrar mucho spanking y mucho látigo. Eso ocurre porque a pesar de que a nivel social hacer deporte es algo que compartimos sin miedo a prejuicios, podemos afirmar que más allá de la disciplina, hay ciertas similitudes entre la práctica deportiva y lo kink, es decir: entre el deporte y todo aquello no entra en lo que llamamos, a falta de una palabra mejor, prácticas sexuales “convencionales”.

A riesgo de empezar a ver en la escalada bondage encubierto, en el tenis spanking del “bien hard” y en la hípica estrañas parafilias de animales y látigos, decido buscar en Internet. Hay mucha mierda muy poco interesante, casi toda sobre cosas que el cuerpo secreta cuando lo machacas un poco. Sin embargo, Google academics – esa maravillosa herramienta que pone tus preguntas sobre espaldas de gigantes – da con el premio gordo: un artículo denso pero bastante revelador que Guillem Turró publicó en la revista ARS BREVIS y que se titula “Algunas consideraciones en torno al deporte, elplacer y el dolor” [1]. Guillem Turró piensa el deporte desde la Biblioteca, y recoge la opinión de otros autores, alguno más coñazo que otros. Nosotros vamos a obviar el momento Grecia clásica porque Astérix en su día ya nos contó aquello de las doce pruebas, ese primer aprendizaje sobre disciplina, deporte y superación que dejaba mejor sabor de boca que la siempre odiada Course-Navette, un acto de verdadero sadismo. En el  gimnasio del colegio todos sabíamos que sólo cabía someterse y sudar la gota gorda al son del pitido infernal, eso o fingir un ataque de asma para librarte del suspenso en educación física. No recuerdo a NADIE que haya admitido disfrutar de esa tortura.

Luego del maltrato infantil del gimnasio del colegio inevitablemente creces y si vas holgado de dinero tienes la opción de contratar a un personal trainer. O a una dominatrix. Las dos cosas tienen mucho que ver con las relaciones de dominación/sumisión, ya sea para mandarte hacer flexiones hasta que sudes a voluntad o para darte con la vara hasta que te quede el culo como una bombilla. En cualquier caso, aunque parezca una contradicción, quien decide cómo, dónde y con quién es siempre el sumiso. Los papeles se invierten en los físico y en lo psicológico, algo que sólo puede pasar sobre una sólida base de entendimiento, confianza y trabajo en equipo.


Sano seguro y consensuado

Cuando se estrenó The Life and Death of Marina Abramovic muchos periodistas preguntaron  a Abramovic por la diferencia de rol que suponía el teatro respecto a la performances. Ella respondió en términos de verdad y representación: La sangre que podemos ver en sus performances – por poner un ejemplo – no es una ficción, como sí lo es todo aquello que sucede en el teatro o en la ópera. Pues bien, en el BDSM hay algo de performance indudablemente, pero sobretodo, para la gran mayoría de practicantes, el BDSM es puro teatro. Las cuerdas, el cuero, las velas y la ropa son la puesta en escena de una fantasía concreta, y el dolor puede ser algo absolutamente secundario en toda la movida: es decir, el dolor no es su finalidad. Como tampoco lo es para los corredores de maratones, aunque uno sea incapaz de pensar en acabar una maratón sin sentir que su cuerpo se desintegra.

¿Cuanto de realidad y ficción hay en el BDSM? Los amigos están para hacerles preguntas comprometidas y esperar cierta honestidad de vuelta, así que le he preguntado a Queer Punk Riot sobre el tema. Ella ha vivido en Berlín, dónde ha podido disfrutar a lo loco de una de las mecas de la diversidad sexual, y a pesar de que su blog se centra principalmente en cuestiones relativas al feminismo, hace años que dejó de ser aprendiz de las artes del BDSM y ahora disfruta de su cuerpo y de su sexualidad como una verdadera campeona. Empieza recordándonos lo primero y fundamental: si no es sano, seguro y consensuado, no es BDSM. El resto depende de lo lejos que quieras llevar tu fantasía y de tu umbral del dolor y del placer.  “BDSM es el término creado a partir de las iniciales bondage, disciplina, dominación, sumisión y sadomasoquismo. Y no, no tiene nada que ver con las 50 sombras de Grey. Tiene que ver con dejar salir de la manera más saludable posible algo que llevas dentro y que no te hace bien, que sientes la necesidad de liberar. Los casos más extremos no son los casos más comunes pero por supuesto existen. Y en realidad nos ayudan a entender que sea o no sea extremo el mensaje es siempre el mismo: Déjate cuidar. Conozco el caso de una compañera que había sufrido abusos siendo niña y llevaba tiempo cortándose, algo que finalmente dejó de hacer con el tiempo pactando con una pareja dominante. Ella necesitaba una determinada experiencia de dolor y con su pareja buscaron otra manera de llegar a esa vivencia, lo que ella necesitaba sentir, bajo la promesa de que nunca más volvería a herirse de aquella manera. Es una manera de poner tu sufrimiento en otras manos, en las manos de alguien que te va a cuidar, con confianza ciega. Es algo que necesita hacerse desde el respeto y que te permite conocer a la otra persona muy profundamente”.

Retomando el artículo de Guillem Turró, recuperamos una cita a propósito de los pactos del antropólogo y sociólogo francés David Le Breton que podéis encontrar en su libro Antropología del dolor: “toda actividad física o deportiva que traspase los esfuerzos habituales exige una negociación personal con el umbral del dolor soportable. El rendimiento nos coloca en el continente del dolor y, a través de éste, nos enfrentamos a una experiencia en los límites. El deportista se relaciona con el dolor como una materia prima de la obra que realiza con su cuerpo” El problema, como nos cuenta Queer Punk Riot viene cuando la gente desinformada compra sus primeras fustas en el Decathlon y sus primeras cuerdas en el Leroy Merlin: “Ninguna de las dos cosas ha sido preparadas para este tipo de juego, las cuerdas si no están recubiertas de cera pueden quemarte las muñecas, y las fustas del Decathlon son para los caballos, no para las personas”.

Como casi siempre, el principal peligro es no asumir los límites del cuerpo y no dejarse cuidar. Cuestiones que pasan factura en el BDSM, pero por supuesto también en el deporte. No nos referimos únicamente a los locos que se abren la cabeza haciendo deportes de aventura o que se mueren congelados a 8000 metros de altura en el Himalaya. Hablamos del tipo de gente que vive en una permanente obsesión por machacarse el cuerpo y que han substituido el comer, el fumar, o el trabajar demasiado por el running. Esa palabra que le ha dado una imagen nueva al salir a correr de toda la vida y que ha hecho que muchas marcas se pongan a diseñar aplicaciones. Si tienes ganas de parar, tus amigos pueden mandarte mensajes de ánimo para que no decaigas, aunque te dejes la salud en el intento. Aquí no hay personal trainers, aquí hay automedicación a lo loco. Hablamos de la bulimia deportiva.

Aún así, que la mayoría de deportistas de pacotilla salgan con las bambas y el modelito de turno a lucir palmito, no significa que suden lo suficiente para despertarse al día siguiente con agujetas. Y la gente que dice hacer running muchas veces en realidad lo que hace es salir a la calle con el iphone cargado de música a mover el pompis con cara de concentración al ritmo de Vampire Weekend.

A los que no hacen postureo, a los que se rompen las rodillas, o se caen de barrancos, o se tiran de puentes, queremos recordarles que lo que más mola del deporte (supongo) es poderlo seguir practicando, así que aprended la lección del BDSM y dejaos cuidar, aprended de vuestros límites. Para darle credibilidad, Daniel Innenarity catedrático de filosofía política y social en la Universidad del País Vasco y uno de los autores que más lo petan en nuestro país en el ámbito del pensamiento y la comunicación os lo pone en palabras de persona lista: “El deporte es una celebración de la incapacidad humana para hacerse físicamente señor de sí mismo”.







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